Diciembre y enero son meses de mucha actividad en los directorios que integro, es el momento en el que emprendedoras y emprendedores y equipos de dirección más maduros nos presentan sus resultados de cierre y sus planes para el año que comienza. Meses de poco tiempo disponible y muchos encuentros.
Debo admitir que cuando recientemente, en la primera empresa que fundé, hace más de veinte años, me propusieron que las reuniones de la junta directiva fueran en realidad virtual, tuve mis dudas. Pensaba quizás que la realidad virtual estaba más asociada al entretenimiento que al trabajo. Pero siempre estuve convencida de que tenemos que aprovechar al máximo las oportunidades que nos ofrece la tecnología; por eso, entendí que era un desafío tomar lo lúdico e incluso positivo que podía aportar e intentar sacarle provecho desde una perspectiva de negocios.
Si bien la realidad virtual no es nueva, en los últimos años los desarrollos tecnológicos han permitido que los espacios virtuales se parezcan cada vez más al mundo real, incorporando experiencias sensoriales que van mucho más allá de lo visual. Hace pocos meses el concepto empezó a popularizarse aún más cuando Facebook pasó a llamarse Meta, en clara alusión al concepto del metaverso, que refiere a una nueva forma de interactuar a través de la tecnología.
Mi primera sorpresa en estas reuniones fue ver la oficina que imaginaron en mi empresa, un espacio que realmente refleja nuestra cultura empresarial y una estética insuperable. Básicamente, cada uno de los participantes de la reunión se conecta desde el lugar en el que se encuentre con anteojos especiales de realidad virtual. Dentro del espacio virtual, cada uno tiene su propio avatar con el que interactúa, conversa, debate, toma notas o presenta sus planes. Las distintas funciones permiten, entre otras cosas, pararse, escribir en una pantalla y compartir un documento.
Algunos hallazgos interesantes que pude ver hasta ahora: cada uno diseña su propio avatar, por lo que puede ser parecido a nosotros, puede ser una representación de cómo nos vemos, o también de cómo nos gustaría vernos. Además, se percibe una mayor desinhibición de las personas y luego de un rato de estar participando de la reunión, hay quienes se sienten completamente parte del espacio, por más de que no estén físicamente allí. Por ejemplo, hace poco uno de los integrantes de una reunión en la que me tocó participar pidió que se bajara la temperatura del aire acondicionado. Rápidamente se dio cuenta del fallido.
En plataformas que usamos a diario como Netflix o YouTube, hay una gran oferta de contenido en realidad virtual, películas, series, viajes u otro tipo de experiencias, que la mayoría no conocemos hasta que comenzamos a interactuar.
La mente humana se maneja mediante percepciones. La experiencia en el mundo virtual está basada en su totalidad en percepciones: uno percibe que está en una sala con una o más personas, y por su voz y el movimiento de sus labios, llega un momento en el que se siente que realmente estamos junto a esa persona, compartiendo un mismo espacio, por más de que en realidad se trate de un avatar y el espacio sea uno virtual y no físico. Esto claramente plantea un enorme desafío en términos de nuestra alfabetización digital e informativa, y requiere que trabajemos cada vez más nuestra capacidad para entender el límite entre lo que es real y lo que percibimos como real. Se trata sin lugar a duda de un mundo nuevo para explorar, con consciencia de su potencial, pero también de sus riesgos.
Link a la nota publicada en Perfil: https://www.perfil.com/noticias/opinion/oficinas-en-realidad-virtual-un-mundo-nuevo-para-explorar.phtml
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